LA AEE: MODELO INSOSTENIBLE

Por Hernán Padilla

Una Nueva AEE, ensayo del Profesor Efraín O’Neill del Recinto Universitario de Mayagüez y las recomendaciones del Grupo de Trabajo de Casa Blanca para una estrategia de energía renovable y la transformación de la economía energética de Puerto Rico merecen una discusión intensa y abierta.

El costo de energía eléctrica en Puerto Rico es más de dos veces mayor que el costo promedio en Estados Unidos. No es necesario ser economista para reconocer que la dependencia del petróleo de Puerto Rico ocasiona que cuando sube su precio se afecta adversamente el consumidor, el comercio, las industrias y la economía.

El Gobernador Fortuño creó un Comité de Política Pública Energética para formular una nueva política energética basada en la diversificación de recursos de energía y un suministro eléctrico económico y sostenible. La meta es facilitar el desarrollo de fuentes de energía renovable y ofrecer incentivos para inversiones en energía renovable.

Es alentador que el Grupo del Presidente apoyara firmemente los esfuerzos del Gobierno Estatal para promover y aplicar la conservación y eficiencia energética, diversificar las fuentes y fomentar el desarrollo económico mientras protege y mejora la calidad del medio ambiente. Lamentablemente, las recomendaciones para una nueva política energética y los pasos para transformar la economía energética no se han discutido objetivamente como ameritan.

Si no buscamos las maneras para liberarnos de nuestra dependencia del petróleo, como postula el Profesor O’Neill, la próxima crisis será aún peor. La deuda en bonos de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) era cerca de $8,000 millones en el 2010 y continúa aumentando. El acuerdo con los bonistas establece cobrar una tarifa básica para sufragar los costos de operación cubrir el pago de principal e intereses de la deuda. Incumplir con el acuerdo implica tener que aumentar la tarifa básica y repagar la deuda total inmediatamente.

La estabilidad fiscal de la Autoridad depende del crecimiento de la demanda de energía eléctrica. Tan pronto baja la demanda, se afectan las finanzas de la AEE. Una reducción de 5% en la demanda representó $50 millones menos de ingresos en el 2008, cuando perdió $284 millones. Esa es una de las razones por la cual la AEE no fomenta programas agresivos de conservación de energía. Una reducción drástica en el consumo puede causar un aumento inmediato en las tarifas a los consumidores.

Aunque la AEE está prácticamente insolvente, suple servicio gratuito y/o a un precio reducido a algunos de sus usuarios y no puede recuperar esos costos. Históricamente, los municipios no pagan por el consumo de energía, por lo que no tienen incentivo para ahorrar energía. En el 2010 se les liquidó una deuda de $190 millones como una contribución en lugar de impuestos. Al ciudadano común le aplican un 11%, adicional al ajuste por combustible, para cubrir el subsidio a los municipios y otros subsidios dispuestos por ley. Es hora de re-examinar éste “cuasi-impuesto” adicional y la política del mantengo energético.

El ensayo del Profesor O’Neill nos lleva a una conclusión definitiva: el modelo actual de la AEE no es sostenible. Debemos generar energía limpia y fomentar una cultura que premie la conservación y la eficiencia energética, comenzando con los que se benefician con los subsidios.

Me uno al reclamo de que la AEE produzca energía eléctrica limpia de manera minimizando los costos de prender una bombilla y sin producir daño al ambiente y a la economía. Debemos apoyar las propuestas de La Mesa de Diálogo del Sistema Eléctrico de PR, un foro con participación multisectorial: para lograr un sistema eléctrico sostenible, tener 30% de energía renovable, alcanzar el 25% de reducción de consumo eléctrico a través de conservación y eficiencia energética y hacer mas transparente el proceso decisional de la AEE.

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