EL CASO DE LOS POLITICOS DE PUERTO RICO Y LA MORAL DE LOS CANGREJOS.
Por Redacción de Radio el
Faropr.com
El célebre escritor español Félix de
Samaniego (1745-1801) cuenta un relato moral relacionable con la temática de la
enseñanza del ejercicio ciudadano. Les hacemos este relato, conocido como la
fábula de los cangrejos:
Un día, las madres cangrejas decidieron
enseñar a sus hijos a andar hacia adelante en vez de hacia atrás, con el
propósito de que se convirtieran en cangrejos adultos, avanzados, modernos y
liberales. No obstante, contradiciendo sus enseñanzas verbales, las madres
cangrejas seguían caminando hacia atrás, por lo que los cangrejitos, deseosos
de imitarlas y observando que las mismas caminaban en sentido contrario a sus
enseñanzas, olvidaron sus lecciones e imitaron su estilo. De este modo, en los
jóvenes cangrejos produjo más efecto un ejemplo que mil consejos.
Esta fábula transmite una sabia
enseñanza popular de predicar con el ejemplo. Al igual que la libertad,
cualquier valor que consideremos importante promover para llevar a cabo un
proceso civilizatorio, requiere de un proceso de enseñanza distinto al
característico de los saberes teóricos. Se debe partir del supuesto según el
cual la enseñanza de los valores forma parte de un sistema de prácticas donde
los comportamientos ciudadanos se originan a partir de unos modelos de conducta
¿Qué político puede hablar de valores y todos son ladrones y embusteros con
corruptos.
En este sentido, la idea de que se
requiere una asignatura para la enseñanza de los valores y deberes ciudadanos
parte del falso supuesto de que la conducta moral se enseña teóricamente, o que
las conductas humanas se producen por lecciones explícitas de moral por ello
fomentamos nuestro valores através del deporte y la cultura en las escuelas en
el Club Deportivo y Comunitario Gigantes Inc.
Sin embargo, como todo aprendizaje
relacionado con las prácticas, los seres humanos aprenden sus valores y
comportamientos a través de la adquisición de hábitos internalizados en las
acciones cotidianas mismas y no por lecciones explícitas de cómo ellos deben
comportarse.
Por esta razón, el sistema formativo de
una sociedad puede promover y consolidar una contradicción entre la enseñanza
de una serie de normas sobre conducta ciudadana explícitamente trasmitida a
través de los clásicos mecanismos de socialización (la familia, la escuela, los
medios de comunicación, etc.) y las costumbres que conforman las normas de
convivencia ciudadana ¿Y Los políticos de Puerto Rico tienen valores?.
Si la sociedad es institucionalmente
débil, la contradicción genera una dinámica socialmente autodestructiva. Como
las personas no han interiorizado una serie de valores imprescindibles para la
convivencia civilizada –solidaridad, respeto a las normas, etc.- y la sociedad
carece de las instancias y mecanismos eficientes de disuasión de la conducta,
los individuos perciben estos valores como conceptos constitutivos de un
discurso políticamente correcto, pero en la práctica, vacío. Si estos
individuos terminan accediendo al poder, se valdrán del mismo para violar las
normas exigidas a toda la ciudadanía; si no logran acceder al mismo,
desarrollarán una actitud cínica ante la moral, comportándose
"correctamente" frente a las autoridades que puedan castigarles y
violando las normas más elementales para la convivencia pacífica en comunidad
desde el instante en que las mismas muestren la espalda ¿Y el secretario de
Justicia de Puerto Rico porque no lo metemos preso por encubridor e inepto.
¿Qué valor tiene entonces la enseñanza
de una asignatura "moribunda" como Moral, valores y Cívica, cuya reactivación se implora en
épocas de crisis espiritual como panacea a nuestros problemas sociales?
Realmente, no mucho ¡Hay Luis Fortuño! Quien te cree.
Es muy poco lo que ésta o cualquier otra
asignatura de esa naturaleza puede hacer para el propósito que nos ocupa. Una
asignatura semejante se convertirá, a lo sumo, en un cristiano de buenos
modales o en una catequesis secular, pero nunca formará seriamente a las
personas, ni transformará los hábitos que aspiramos corregir.
Esto no significa que la escuela carezca
de una importante función en el proceso de formación ciudadana, pero su
concepción debe replantearse para implicar la reflexión sobre los problemas del
entorno desde los saberes dirigidos a la vida, como la ética o la literatura,
integrados a un proceso más general de formación donde participen la familia,
las instituciones, los medios de comunicación, etc.
Se requiere, además, que el modelo de
desarrollo económico permita una integración de todos los sectores sociales.
Pues una sociedad que excluye a las personas envía el peligroso mensaje de que
los valores de convivencia ciudadana no les incumben o son para otros, los que
sí forman parte integral de esa sociedad.
Por tanto, el problema de la enseñanza
de los valores ciudadanos está indisolublemente vinculado al problema de
mejorar nuestro índice de desarrollo humano. En la medida en que la vida
cotidiana de las personas es un reto diario de sobrevivencia, los valores se
desdibujan por la imperiosa necesidad de la preservación biológica personal y
familiar.
En conclusión, si bien la enseñanza de
los valores ciudadanos se inicia con el proceso de formación de la familia y de
la escuela, la misma se hace sostenible si ese proceso forma parte de una
sociedad donde el desarrollo económico y social lo hace plausible y por
consiguiente, no convierte la práctica de estos valores en un ejercicio de
heroísmo.
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