LAS ACCIONES DE LOS SUPUESTOS AZULES HACEN DANO A LA ESTADIDAD.
Por Jose Cheo Cruz
Algunas
personas, especialmente la gente fanáticos ciegos y a veces locos que siguen a
Ricardo Rosselló Nevares desde un principio han sido anti democráticos,
malcriados y arrogantes, cosa que es una acción anti estadista y que resta a un
movimiento que no es de un individuo sino de un colectivo y de todo un pueblo,
no de administradores con flores de la colonia, creo que a lo mejor, no se dan
cuenta lo difícil que resulta pensar libremente en un medio social en el cual
muchos quieren imponer la forma como deben actuar los demás; la libertad esté
condicionada al capricho y antojo de quien se considera portador de poderes
divinos que lo han escogido como prodigioso, y a quien no se está permitido
cuestionar contra eso hasta los odio le voto en contra por tales acciones.
Para mi expresar
una opinión diferente a la que sostienen aquellos que se creen pontífices, es
un sacrilegio, una violación a la verdad absoluta de quienes se creen
merecedores de ser calificados incontestables en los juicios que emiten porque
tienen el monopolio de la verdad cosa imposible porque cada clase social tiene su verdad y precisamente por eso los
Americanos del congreso se han burlado de nuestro pueblo Puerto Rico hay que
salir a la calle con las cacerolas exigiendo nuestros derechos civiles que se
nos violan todos los días por la metrópoli en esta colonia asquerosa de Borinquén.
Aquel como yo que
quiere comportarse como pensador sincero, mantenerse fiel a sus ideas, no se
siente satisfecho cuando debe ajustarse a lo que otro cree que es lo que debe
exteriorizar, comunicar por escrito o de viva voz. Es mejor callar, reservarse
lo que se quiere decir, antes que revelar el pensamiento presionado,
condicionado; que se vea que está arrinconado, que responde a sumisión.
Los sesudos
estadistas de Ricardo Rosselló creen que actuar con libertad entraña
comportarse con franqueza, desenvolverse respondiendo a lo que le dicta la
conciencia, sin más sujeción que las que resultan de las leyes, las buenas
costumbres y la consideración que merecen los demás miembros de la comunidad.
Ejercer la libertad no es lo mismo que el libertinaje, la que bien disfrutan
aquellos que se sienten a gusto ejecutando todas clases de excesos como los que
nos acusan de Populete sea la madre de ellos si es que la tienen.
En Puerto Rico
hoy, muchos de los que escribimos y accionamos en la política, llegamos a esta
por convicción, y la ejercemos como una actividad noble, honrosa y digna, por
medio de la cual procuramos materializar las ideas que con tanto amor abrazamos
desde la pubertad, y a las que no renunciaremos ni traicionaremos jamás, porque
queremos permanecer honrándolas limpiamente creo en la estadidad pero no de
buscones los chupa cheques que viven de olas dentro del movimiento Estadistas
que rechazan la experiencia y la seriedad.
Siempre he creído
que exponer el pensamiento por medio de la palabra escrita solo tiene sentido
cuando lo hacemos con la finalidad de cumplir una función social, no así para
satisfacer prejuicios, resentimientos y herir conductas. Es contrario al buen
uso del intelecto manifestarse despreciando, deshonrando y perversamente
lesionando, o de cualquier forma envileciendo lo contrario no ayuda en anda a
la consecución de la estadidad y nuestros derechos inalienables a ser socio de
la gran nación Americana.
Miren hijo de
madres que todo el que se le opone es “ Populete” peyorativamente ,les digo que
hacer uso de términos hirientes para lanzar críticas de contenido político
revela que quien los utiliza no es más que un limitado mental en lo que a
política de altura se refiere, llegando a convertirse en un impertinente e
insolente. Es muy propio del desvergonzado ganar espacio social con sus
atrevimientos, sinvergüencerías e impudicias, las que muy bien dejan ver su
ausencia de escrúpulos eso es lo que son insolentes.
Les advierto
que todo aquel que recurre a los ataques políticos con ribetes personales se
expone a recibir respuestas no esperadas ni deseadas, porque quien se siente
lesionado en su persona, honor y consideración se cree con derecho de
contestarle a su atacante con las mismas armas, y a lo mejor peores. De ahí que
es muy delicado caer en la diatriba; la censura politiquera y artera aunque dos
cosas malas no hacen una buena.
Las
consecuencias de los daños causados con la calificación que genera aflicción
son impredecibles, porque van a depender del temperamento de quien se considera
ofendido. Los resultados, el desenlace que trae la imputación, el
enjuiciamiento mediante la palabra ofensiva, pueden quedarse en la discusión o
al enfrentamiento, a la confrontación acalorada matizada por la exasperación y
el enojo.
No resulta
difícil aportar a la lucha por la Estadidad contra un sistema social injusto
como el Estado Libre Asociado colonial de Puerto Rico, y procurar lograr la
instauración de uno diferente que satisfaga las aspiraciones más sentidas de
las grandes mayorías Puertorriqueñas. Las lacras sociales son de identificación
fácil, y para señalarlas existen cientos de palabras que pueden ser
comprendidas por aquellos a quienes queremos orientar con lo que predicamos,
por lo que no hay necesidad de rebuscar expresiones para lanzarlas contra
aquellos que se identifican con el ordenamiento vigente generador de las tachas
que combatimos contra la colonia asquerosa y inhumana.
Si lo que
perseguimos es contribuir por medio de la palabra oral o escrita para cambiar
la realidad actual, que está preñada de iniquidades, tenemos la posibilidad de
hacerlo sin limitación, y ninguna persona pude considerarse ofendida. Señalar
que el sistema actual genera hambre, miseria, desempleo, insalubridad,
marginación y corrupción, no afecta, ni pueden sentirse atacados personalmente
los defensores del statu quo colonial.
Si nos asiste
la razón y estamos convencidos plenamente de que es inexorable el hundimiento
del sistema, basta con darle riendas sueltas a la inteligencia, ejercitar el
pensamiento y con lucidez y elegancia sacar de nuestra garganta razonamientos
que sean asimilados por los destinatarios que buscamos convencer mediante
discursos acertados y atendibles, ausentes de sofismas y contrasentidos.
Al adversario
político no hay que acorralarlo mediante el insulto, la diatriba y la injuria,
sino demostrándole con lenguaje depurado que está equivocado; que la posición
que sostiene es absurda y su causa no tiene base de sustentación.
El debate
político de altura, aquel que se desarrolla en los marcos de la decencia y el
proceder respetuoso, necesita del contendiente que exhiba consistencia
ideológica y facilidad de exposición. El que hace de rival en el fragor
político, debe estar consciente de que la discusión no es para maquinar ni
trapisondear, sino dilucidar para saber de qué lado está la razón.
En nuestro
medio está probada la poca profundidad en el dominio del lenguaje para
polemizar, lo que motiva que con frecuencia se recurra a lo personal,
evidenciando la escasez de formación y estructuración ideológica. A falta de
preparación política se busca desesperar y exasperar al contrincante sacándolo
de casilla, llevándolo al terreno que conviene al patán.
Aunque muchas
personas talentosas intervienen en el quehacer político, llama la atención el
hecho de que es muy poco lo que en Puerto Rico se ha avanzado en lo que se
refiere a la crítica política civilizada. Lamentablemente se ha perdido más
tiempo en la politiquería de baja estofa, que en demostrar la calidad humana,
el desprendimiento y el sentido de incidir en política con el fin de construir
un mejor Puerto Rico con menos desigualdad social.
Aquí se está
dando el caso que individuos con una inteligencia fuera de serie, utilizan su
talento para participar en el debate político haciéndose los graciosos,
bromistas y sandungueros en base a estigmatizar a personas, desconociendo que
con semejante proceder no contribuyen a la lucha por los cambios sociales que
es la que da valor a la participación política.
El luchador
social que hace labor de orientación por medio de sus escritos en órganos de
difusión masivos, no puede desconocer que su trabajo debe estar orientado a
instruir, no a destruir honras. El accionar político basado en preparar y
disciplinar no puede caer en el proceder pervertidor e insolente la división no
cabe en un movimiento social de justicia como lo es la Estadidad.
Redactar
mensajes para que sean asimilados por mujeres y hombres del pueblo con
sensibilidad, interesados en construir un orden social, económico, ético y
moral, ha de ser la misión de quienes no están prejuiciados, condicionados para
escribir con inquina, odio y prejuicios. El que está educado para dañar la
honra ajena por medio de la escritura, no es merecedor de ser tomado en cuenta
en lo que expone, porque en lugar de encarrilar y enderezar, lo que hace es
descarriar y desaconsejar.
Al poner el
cerebro y las manos en función debemos hacerlo para mejorar, arreglar o
renovar, no para desarreglar, descomponer y retroceder. La inteligencia y la
escritura hay que unificarlas para enriquecer y engrandecer el país, no para
mantenerlo aniquilado y en crisis permanente. La mejoría se alcanza con el
trabajo estimulado por aquellos que confían en que la prosperidad nunca ha sido
obra de quienes solo saben generar tristeza, pesimismo y pesadumbre y que actúan
por contratos de mucha ganancia y el pueblo se muere de hambre.
Conviene hacer
caso omiso a los seudos estadistas, que
usan su tiempo haciendo mal uso de los medios para hacer mención de ciudadanos
y ciudadanas decentes y de honradez probada, poniéndoles motes degradantes;
apodos hirientes; alias llenos de tirria, procurando mortificarlos, en fin,
flagelarlos hasta llegar a enjuiciarlos, ponerlos en condición de ser
condenados por la opinión pública, antes de ser juzgados por los tribunales.
Aquí se está
necesitando una especie de profilaxis en el lenguaje que se utiliza para
dirimir las diferencias políticas; una enjuagadura mental y un aseo en la
escritura; un laboratorio de los términos empleados en las polémicas, porque
solo así se podría lograr eliminar la suciedad en las conversaciones.
Las diferencias
en las opiniones no deben solucionarse recurriendo a infectar al contrario;
lacerándolo por medio de la injuria; estropeándolo con la calificación
afrentosa; la crítica mordaz; lastimándolo con murmuraciones utilizando la
lengua como látigo implacable y venenoso.
Si por medio de
la escritura o la elocuencia tratamos de convencer para con elegancia
conquistar, lo que procede es fascinar a quienes enviamos nuestros mensajes,
pero nunca contradecir con ofensas a quienes no logramos imbuir, o de cualquier
manera inspirar. El convencimiento es fruto de la persuasión lograda con la
argumentación, el análisis correctamente fundamentado. La expresividad sincera
y respetuosa hace posible que la dialéctica nuestra se imponga en forma
seductora y con eficacia, sin nada de pesadez odiosa.
Se hace
necesario sacar del ambiente la diatriba que tanto daño hace al accionar
político que deseamos tenga estampa de limpieza por el bien común de Puerto
Rico. Se impone imprimir las ideas renovadoras que tenemos atesoradas, fruto
del largo batallar por alcanzar un feliz destino para nuestro Puerto Rico. Lo
que conviene es que nuestro pensamiento penetre voluntariamente en la mente de
quienes aspiran a disfrutar de un medio acogedor en lo material y espiritual,
para así acercarnos al progreso que aspiramos, necesitamos y merecemos.
Si hemos
planteado y difundido, porque así es y lo creemos, que las ideas liberadoras no
necesitan de la mentira ni de la violencia para triunfar, debemos demostrar que
estamos en condiciones favorables para derrotar, aislar, hacer
desechar a los que con un lenguaje soez y una escritura ponzoñosa quieren confundir, desorientar y desconcertar a personas sanas dominadas por ingenuidad y espontaneísmo.
desechar a los que con un lenguaje soez y una escritura ponzoñosa quieren confundir, desorientar y desconcertar a personas sanas dominadas por ingenuidad y espontaneísmo.
El diario vivir
es lo que más enseña. Ejercer la política con sentido social nos convierte en
ejecutantes por los mejores intereses del país, a la vez que honramos las ideas
que hemos abrazado con sinceridad y disposición.
Solamente
quienes confían en que el pueblo movilizado es dueño de su destino, hacen de la
política un ejercicio honesto, consecuente y libre de resentimientos. Las masas
populares no requieren para vencer de inmoralidad, perversidad, canalladas, ni
de actores mentalmente corrompidos. El ataque personal hay que eliminarlo en el
debate político del país.
Ha de ser una
gran aspiración de hombres y mujeres decentes de Puerto Rico, que la actividad
política sea ejercitada con altura para que en ella solo participen quienes
crean en principios, y no moverse por simples apetencias personales.
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