DISCURSO DEL DR. PEDRO ROSSELLO ANTE EL DIA DE BARBOSA



DISCURSO DEL DR. PEDRO ROSSELLO ATE EL DI DE BARBOSA
Julio 27 2009 centro de convenciones San Juan.

Nos reunimos aquí en ocasión que celebramos el natalicio número 152 del Padre del Ideal Estadista, el Dr. José Celso Barbosa.

Tradicionalmente, el pueblo estadista recuerda con orgullo y agradecimiento la trayectoria de vida y la obra de nuestro prócer fundador en eventos y actividades anuales… por lo que me permito felicitar de corazón a los organizadores de esta actividad por haber tomado la bandera estadista, que otros abandonaron, en recordación de nuestras raíces políticas y sociales.

Hoy, recordamos al hombre de cuna humilde… nacido en Bayamón en el 1857… que nos enseñó con su ejemplo que las causas justas no se claudican.

Aún sus más ardientes adversarios reconocían la férrea adhesión a sus ideales.

A don Luis Muñoz Rivera, uno de sus más distinguidos y respetados adversarios políticos, se le cita diciendo:


“… en Puerto Rico creen que el Dr. Barbosa y yo estamos muy separados y eso no es verdad. Yo soy un gran admirador del Dr. Barbosa, y admiro asimismo no sólo la firmeza de sus ideales, sino el hecho que el Dr. Barbosa ha estado perfectamente orientado. Y lo único que me priva de seguirle y continuar por el ideal que él combate es el hecho de que yo creo que no llegaremos a conseguir lo que el Dr. Barbosa se propone.”


Hoy aquí, estamos los que sí le seguimos en su ideal, y los que estamos convencidos que sí se puede conseguir… que llegaremos.

Hoy, celebramos a Barbosa el médico, el pensador, el gran político, el editor, el humanista, cooperativista y líder social…

y honramos las grandes virtudes humanas que este gran prócer nuestro le legó a su pueblo.

Personalmente, siento gran afinidad al Dr. Barbosa, no sólo por su ideario político, sino también por su trayectoria personal.

Probablemente todos aquí conocemos la extraordinaria ruta de formación que tuvo que viajar el joven José Barbosa; la fuerza de su carácter venciendo los más descarados obstáculos en su propia patria.

Recordemos cómo, ante la burda negación de oportunidades profesionales en su propia tierra, marchó a latitudes frígidas, lejos de su cálido entorno tropical, en búsqueda de su capacitación personal (hoy lo llamaría yo, su empoderamiento personal).

Y fue en ese entorno, extraño en el momento, pero abierto al desarrollo basado en los méritos personales y no en las conexiones sociales, que floreció el carácter, el talento, el recio convencimiento de sus principios liberales, y la profundidad de su pensamiento.

Y fue así que se graduó como Doctor en Medicina de la Universidad de Michigan, no como uno de tantos compañeros de estudios, sino como el primero en su clase de 1880.

En una comunicación reciente que su nieto don Joe Barbosa me envía, encuentro una descripción muy apta de estas facetas más personales, menos públicas del padre de nuestro ideal.

Y cito a don Joe: “Siempre he pensado que la dimensión de Barbosa como político ha sido equivocadamente el énfasis que han hecho los historiadores boricuas, y no han apreciado las facetas formadoras que forjaron la compleja personalidad de José Celso Barbosa; sin el doctor, sin el líder político, sencillamente, Barbosa íntimo…”

De esa compleja personalidad se destilaba una esencia, dicho en palabras de don Joe, “Dicha esencia incluye la razón humana, la tolerancia religiosa, la tendencia a ayudar al prójimo y la capacidad de soportar calumnias sin doblegar su espíritu.”

Y aquí se encuentra la poderosa atracción que siento, tanto por su ideal como por su carácter e intelecto.

Al igual que lo manifestó con su trayectoria personal, Barbosa siempre mostró consistencia en su visión para el futuro de su pueblo… y consistencia en su ideal. Durante el período español, fue Barbosa autonomista bajo la soberanía de España. Pero fue, sobre todo, un autonomista de visión republicana, es decir, creyente de la República como ente de gobierno.

Fue por eso que cuando otros autonomistas del patio, incluyendo a don Luis Muñoz Rivera, aceptaron un pacto con el partido monárquico peninsular, Barbosa, consistente en su visión y sus ideales, rechazó el llamado Pacto Sagastino. Explicó Barbosa su postura:

“Somos republicanos por honrada convicción; y naturalmente no podemos como tales afiliarnos a un partido monárquico. … se deduce que… los republicanos afiliados al partido autonomista continuarían siendo republicanos autonomistas, pero no afiliados a la colectividad que para ellos les exigiese sacrificio de sus honradas convicciones opuestas a la monarquía.”

Barbosa también fue consistente en su fidelidad a su visión democrática, a su lucha por las libertades del individuo y los derechos civiles de sus compatriotas. Lo fue durante el período español, como subsiguientemente el resto de su vida bajo la soberanía americana.

Muchos han sido los discípulos y sucesores de Barbosa, incluyendo numerosos puertorriqueños que han gozado del privilegio que les ha otorgado nuestro pueblo de ocupar posiciones de poder político o social.

Pero hoy quiero dirigir mis palabras, directamente y sin intermediarios, a los que han tomado la bandera de los derechos ciudadanos, los que han continuado su lucha y han seguido sus postulados, y que no han requerido reconocimientos, o puestos de poder o de honor.

Por un lado, a los que derivan su condición de barbosianos directamente de sus lazos familiares, a la familia Barbosa, descendientes no sólo del ideario, sino de sangre. A éstos, esta noche, dirijo mi mensaje a través de su distinguido nieto, el primogénito que lleva su nombre y la tradición de su familia, el Dr. Joe Barbosa.

Por otro lado, a los que, aunque no somos familiares de sangre, sí somos sus herederos e hijos en la determinada búsqueda del ideal que tan claramente representó José Celso Barbosa, y que con tanta esperanza nos legó.

Por eso hoy, mi mensaje va dirigido a Barbosa… y su gran familia estadista…

Utilizaré el formato de un Mensaje de Situación… no del Estado, como se hace anualmente por dictamen constitucional… sino de Situación del Ideal… el cual hago por dictamen de la conciencia y la razón.

La situación de un ideal que ha sobrevivido más de un siglo; que ha trascendido múltiples administraciones gubernamentales, pero que lamentablemente no ha logrado su triunfo final… la victoria de todos y cada uno de los hijos e hijas de esta patria de Barbosa y nuestra.

La Situación del Estado del Ideal. ¿Dónde estamos? ¿Qué trecho nos falta por recorrer en la ruta que nos trazó Barbosa? ¿Qué se requiere de cada uno de nosotros, sus compatriotas y correligionarios, aunque sea por “distintos caminos”, pero apuntando al destino común?

Tal como otros pueblos que también han tenido un largo peregrinaje hacia su destino, el nuestro, después de cuatro siglos de coloniaje español, comienza una nueva etapa para la plena consecución de sus derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, allá en el ocaso de un siglo viejo y el albor de uno nuevo.

Y así es que Barbosa y su pueblo reciben una promesa de este destino, en las palabras del General que comandó la entrada militar de la bandera de las franjas y las estrellas a nuestra tierra. Y aunque confió que llegaríamos como pueblo, Barbosa nunca llegó a la Tierra Prometida. Como otro gran líder de los derechos humanos, civiles y políticos, Martin Luther King… Barbosa podría muy bien haber usado sus palabras:

“Well, I don't know what will happen now. We've got some difficult days ahead. But it really doesn't matter with me now, because I've been to the mountaintop. And I don't mind. Like anybody, I would like to live a long life. Longevity has its place. But I'm not concerned about that now. I just want to do God's will. And He's allowed me to go up to the mountain. And I've looked over. And I've seen the Promised Land. I may not get there with you. But I want you to know tonight, that we, as a people, will get to the Promised Land!”

[“Pues, no sé qué pasará ahora. Nos esperan días difíciles. Pero eso no me concierne en estos momentos, porque ya he llegado a la cima de la montaña. Y me tiene sin cuidado. Como cualquier persona, me gustaría vivir una larga vida. La longevidad tiene su lugar. Pero eso no es lo que me concierne ahora. Sólo quiero responder a la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido escalar la montaña. Y desde ahí lancé una mirada, y vi la Tierra Prometida. Puede que no llegue a ella junto a ustedes. Pero quiero que sepan que esta noche, nosotros, como Pueblo, ¡llegaremos a la Tierra Prometida!”]
Hoy… con confianza reitero ese pensamiento: aún cuando muchos de los que dedicaron sus vidas a llegar a la Tierra Prometida de la vida, la libertad y la felicidad, no lo lograron en su odisea personal, como pueblo… como puertorriqueños… sí llegaremos… “we, as a people, will get to the Promised Land ”.

Barbosa siempre visualizó la situación de su patria desde la perspectiva de los derechos humanos, los derechos civiles de sus hermanas y hermanos, de todos sus compatriotas: (y cito)

“En lo que a derechos se refiere, en ningún caso pueden éstos ser desconocidos o arrebatados sin que surja la protesta adoptando una que otra forma; Puerto Rico se halló siempre en el caso de protesta, y lo hizo durante el régimen anterior; y la protesta perdurará cuanto sea necesario para llegar a la integración total de los derechos de que debe disponer un pueblo libre. Pero sería injusto negar que en nuestras relaciones con el pueblo americano hemos adquirido un caudal de derechos de los que antes no habíamos disfrutado; que gozamos de mayor libertad práctica que un gran número de naciones americanas independientes; y que ciertos hechos… inducen a creer que los derechos que se nos han concedido se completarán al fin…”

He aquí el trabajo inconcluso de derechos plenos que nos legó Barbosa. Más adelante nos alecciona de la siguiente manera: (y cito)

“Y así, siendo una consecuencia de nuestra asociación con el pueblo americano el poseer el suelo donde nacimos, el poseer todos los derechos de ciudadanos libres y tener leyes nuestras, ¿qué tiene de sorprendente que este conjunto despierte el patriotismo inteligente y reflexivo de que antes hablábamos, perfectamente compatible en lo que tenga de americano y en lo que tenga de puertorriqueño? No sólo es patria la tierra donde se nace. Nuestras libertades y derechos son patria también.”

Con este trasfondo, en este informe de Situación del Estado del Ideal al prócer Barbosa y su pueblo, repasemos la ruta recorrida y el trecho que nos queda por delante. Barbosa anticipaba los pasos hacia un gobierno pleno, democrático en su médula, respetuoso de amplios derechos civiles y políticos. ¿Cuál ha sido la historia de estos esfuerzos?

El Congreso ha sido la ruta más viajada, con los desenlaces más decepcionantes. Ha sido una recurrente historia de “dar vuelta a la noria”, para terminar en el mismo lugar y continuar sin fin. Esto ha sido reconocido aún por miembros del Congreso. En las deliberaciones del 102do. Congreso, el senador J. Bennett Johnston lo caracterizó así:

“En realidad, Puerto Rico tiene una larga historia de peticionarle al Congreso. Han tenido elecciones allá. Han hecho peticiones. Han formado comités ad hoc. Han hecho peticiones firmadas por una tercera parte de sus votantes… El problema no ha sido un problema con Puerto Rico. El problema ha sido con el Congreso. Hemos presentado más de 30 proyectos de ley. Hemos tenido proyectos sobre la estadidad, 16 de ellos; proyectos sobre la independencia, 7 de ellos; proyectos sobre el estado libre asociado mejorado, 3 de ellos. Hemos tenido proyectos combinados. Y nunca llegan a nada.”

En realidad han sido sobre 90 resoluciones de los Cuerpos; resoluciones conjuntas y proyectos de ley sometidos al Congreso… y como concluye J. Bennett Johnston, “nunca llegan a nada”.

Desde los primeros proyectos y resoluciones radicados en el Congreso 51 (1901-1902), hasta la más reciente radicación del Proyecto 2499 del actual Congreso 111, la historia ha sido la misma… un decepcionante desenlace.

Nuestra esperanza llegó a su más alto nivel en 1998, cuando la Cámara de Representantes aprobó el proyecto H.R. 856, el “United States-Puerto Rico Political Status Act”. Pero el Senado, después de vistas públicas, no actuó en su versión S. 472, “The Puerto Rico Self-Determination Act”, y sólo se conformó con adoptar la Resolución del Senado 279. El desenlace fue el mismo: ¡A comenzar de nuevo en el próximo Congreso!

Ante esta larga historia de avances a medias y resultados fracasados, se requiere una nueva estrategia, diferente, no utilizada anteriormente por nuestro pueblo.

En los tribunales federales… vemos similarmente la triste historia de una doctrina injusta y anacrónica de los Casos Insulares. Los denominados “Casos Insulares” dieron la bendición jurídica a la nueva y controvertible doctrina americana de expansión colonial. El término se refiere a una serie de decisiones del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que confirmaron y afirmaron la doctrina de lo que distingue un territorio incorporado de uno no-incorporado. En esencia, a través de esta doctrina judicial, se validó el poder colonial que el Congreso podía ejercer, con pocas limitaciones, sobre Puerto Rico y los territorios. Interesantemente, fue esta misma Corte (del juez presidente Melvin Fuller) que similarmente validó la funesta doctrina de segregación racial en el caso Plessy v. Ferguson.

Aunque a través de los esfuerzos de los luchadores de derechos civiles a mediados del siglo XX se logró que una Corte Suprema diferente descartara esa infame doctrina de segregación racial… con pesadumbre debemos recordar que múltiples esfuerzos para que se descartara asimismo la doctrina de segregación geográfica de los territorios no ha sido exitosa. Aún existe el obvio discrimen y la limitación de los derechos de los ciudadanos americanos sólo por causa de su residencia en un territorio. El limitante ghetto jurídico persiste, aún ante el intento de muchos que han argumentado la incompatibilidad de la doctrina de los casos insulares con los postulados constitucionales de los derechos civiles y políticos.

Los casos más reciente radicados por el licenciado Igartúa y por el licenciado Romeu han sido víctimas de decisiones adversas a nuestros derechos. Se requiere en este campo un nuevo abordaje que rete la doctrina medular de los casos insulares, y no meramente el reclamo individual de cada derecho limitado.

Los resultados de las luchas en los tribunales federales han sido repetitivos: rechazar el reconocimiento pleno de nuestros derechos y responsabilidades ciudadanos basado en una doctrina arcaica y discriminatoria, elaborada hace más de un siglo. Por eso requerimos un nuevo abordaje.

¿Y qué de los esfuerzos en la Rama Ejecutiva? Innumerables han sido las comisiones presidenciales, los “task force”, los grupos de estudio, las visitas por oficiales de la Presidencia y del Ejecutivo federal. El resultado se ha quedado siempre corto de una acción final y definitiva.

Aquí también hemos vivido la condena de los ciclos electorales, yendo de elección a elección, y de promesa a una nueva promesa. Aquí también se requiere nuevas y distintas iniciativas.

El abrir nuevas brechas fue extremadamente provechoso en la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Refiriéndonos a esta exposición, hemos llevado nuestro caso de violación de derechos civiles ante la Comisión de Derechos Civiles de los Estados Unidos. En abril del 2008, acudimos formalmente ante la Comisión para que evaluara y respondiera a la total ausencia de los derechos al voto y la representación federal, y la consecuente violación de las leyes internacionales de derechos humanos. Hace un año, me reuní con el Presidente de la Comisión Gerald Reynolds en Washington, D.C., y reclamé que se celebraran vistas en Puerto Rico y que se informara al Congreso, al Presidente y al Pueblo, sus hallazgos y recomendaciones.

Abriendo aún más el cerco, habremos de solicitar que el Departamento de Justicia federal, por medio de su División de Derechos Civiles, también asuma jurisdicción e intervenga en las violaciones a nuestros derechos civiles fundamentales.

En la comunidad internacional, está planteada la situación colonial de nuestra Isla, y la violación de derechos ciudadanos de los puertorriqueños. En las Naciones Unidas, ya son 28 las resoluciones que aprueba el Comité de Descolonización desde que comenzó a atender el asunto en el 1972. Consistentemente, el Comité hace un llamado al gobierno de los Estados Unidos para que se establezca un proceso pleno de libre determinación.

Sin embargo, la acción no ha llegado a la Asamblea General, donde la única vez que se debatió el tema fue en el 1953. En aquél entonces, la resolución 748(VII), aprobada a solicitud de los Estados Unidos con el aval del gobierno de Puerto Rico, dispuso que, con la creación del ELA, Puerto Rico había logrado un gobierno propio pleno. Como resultado, se eximió a Estados Unidos de tener que rendir informes como obliga el Artículo 73(e) de la Carta de la ONU a las potencias coloniales. Esta inconsistencia con sus propias definiciones para la descolonización del mundo aún persiste.

Por otro lado, en nuestro propio hemisferio, la Organización de los Estados Americanos, en su Comisión Interamericana de Derechos y Responsabilidades, ha acogido nuestra petición de que se evalúe la situación de Puerto Rico y se determine que existen violaciones reales de los derechos humanos y civiles de nuestros ciudadanos. Hemos reclamado, a nombre de los 4 millones de ciudadanos americanos residentes en Puerto Rico, que el gobierno federal está violando las disposiciones de la Declaración de los Derechos del Hombre y de la Carta Democrática Interamericana.

La Comisión ha requerido, ya por segunda vez, que el gobierno federal de los Estados Unidos conteste nuestros reclamos. En su última comunicación a nosotros, el 8 de julio, la Comisión le extendió el plazo para contestar hasta julio 23, 2009. Habiéndose ya cumplido el término, estamos en espera que nos informen la respuesta oficial del gobierno federal. Paralelamente, he solicitado una reunión oficial con la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, para plantear directamente los reclamos de nuestros ciudadanos y aclarar los elementos de juicio necesarios para la respuesta federal a la OEA.

Y en nuestros esfuerzos internos, aquí en nuestra Isla, ¿qué ha trascendido?

Desde la adopción de la Constitución del ELA, hace ya más de medio siglo, nuestro pueblo ha intentado expresar su voluntad a través de procesos plebiscitarios. Nunca han sido vinculantes; nunca se han reconocido por la metrópolis; nunca, a final de cuentas, han cambiado la naturaleza territorial y colonial del ELA.

Sí ha ocurrido un avance parcial. El plebiscito de 1993 eliminó el mito de que el ELA gozaba de una mayoría absoluta de apoyo; el del 1998, estableció que no había consenso de opción, pero la fórmula más favorecida fue la estadidad.

Se requiere ahora una expresión clara, fuerte e inequívoca para completar la evolución hacia la justicia y el progreso final de nuestro pueblo: la Estadidad.
Y en este peregrinaje centenario, ¿hasta dónde hemos llegado? ¿Dónde nos encontramos? Aunque quizás se puede justificar la desilusión y pérdida de esperanza de algunos, al repasar esta larga historia de intentos fallidos y amargas decepciones, si analizamos la situación actual, podemos concluir, de la manera más simple y directa, que nos encontramos hoy en la situación más favorable que hayamos tenido para concluir este asunto inconcluso de la democracia americana.

¿Cómo, se preguntarán algunos, puede ser esto? Veamos.

Llegamos a esta determinación describiendo la realidad actual en tres escenarios distintos: el local o estatal, el nacional y el internacional.

Comencemos con el medioambiente local. Hoy, virtualmente todos los puertorriqueños reconocemos la naturaleza colonial y territorial del estatus actual. Esto es un avance significativo. No siempre fue así. Hace tan poco tiempo como par de décadas atrás, nuestro propio movimiento estadista no se atrevía a sustentar tal declaración; sólo se argumentaba que teníamos “visos coloniales”. Hoy, aceptamos en amplio consenso la realidad colonial y territorial del Estado Libre Asociado.

Hoy, tal determinación también ha sido oficializada por los informes de comisiones presidenciales, bajo administraciones, tanto demócratas como republicanas. No hay discusión seria y creíble sobre esto. Puerto Rico ha sido y continúa siendo una colonia.

En adición a estas aseveraciones legales, hoy nuestro pueblo puede sentir y vivir en carne propia el resultado de mantener una relación colonial de dependencia por tan largo tiempo; hoy sufre nuestro pueblo la implosión de la condición colonial y de sus disfunciones sociales: un quebrantamiento de las condiciones económicas de nuestra gente, agravada por una exagerada y creciente desigualdad que amenaza la estabilidad y tranquilidad social; una violencia cruel e insensitiva que cada día destruye más nuestra esperanza de futuro, nuestras jóvenes generaciones; un injusto retroceso en reconocer el derecho a los servicios de salud para toda nuestra gente; una creciente brecha en la calidad de la educación de nuestros jóvenes y en su capacidad para manejar productivamente las nuevas ciencias y tecnologías; y en general, un dramático declive en nuestros parámetros de convivencia social que impide el progreso y la justicia que deben ser características de una sociedad progresista de avanzada.

Esta situación obliga a nuestra ciudadanía, como nunca antes tan dramáticamente, a aceptar que tenemos que tomar decisiones fundamentales de cambio ahora, o se nos muere el pueblo. Es el antiguo adagio oriental: el difícil problema se convierte, a su vez, en extraordinaria oportunidad.

Por otro lado, en nuestro medioambiente gubernamental contemporáneo, tenemos una administración de gobierno estatal que representó a nuestro pueblo el compromiso de culminar nuestro perenne andar hacia la estadidad federada. Ya tiene el aval del pueblo para proceder a cumplir audaz y contundentemente. Este gobierno, Ejecutivo, Legislativo y, por primera vez, aún la rama no directamente electa por el pueblo, la Judicial, tiene autorización del pueblo para proceder, sin demora, al fin de la colonia.

Similarmente, en el medioambiente nacional: nunca mejor escenario; nunca mayor oportunidad. A nivel congresional, se cuenta con una mayoría abrumadora de un partido – un partido que ha sido más consecuente cuando se cuentan los votos en apoyo a la determinación política democrática y la apertura hacia la Estadidad; un partido que ha sido sensitivo a las aspiraciones de ese amplio pueblo hispano que exige la igualdad de oportunidades y opciones.

En el ámbito ejecutivo federal, un Presidente como nunca antes: Barack Obama. Una oportunidad para entender y apoyar nuestros justos reclamos dentro de una visión nacional de la diversidad del pueblo como fuente de fortaleza, y no óbice de problemas.

El presidente Obama, al igual que utilizó su propia biografía para postular una nueva relación de los Estados Unidos con el mundo islámico, podrá referirse a esa misma biografía de diversidad, de lucha por los derechos civiles de toda la ciudadanía, de empatía hacia las aspiraciones de los grupos minoritarios y de una actitud activista para resolver finalmente problemas persistentes a través del tiempo. En fin, para comprender intelectual y emocionalmente la denigrante naturaleza de la condición colonial de Puerto Rico, las violaciones de derechos civiles de los ciudadanos americanos de este terruño nuestro, y la urgente necesidad de actuar para dar punto final a este esencial asunto inconcluso de su propia democracia americana.

Nunca antes se había dado esta coyuntura en la Presidencia de la Nación. Y de esta situación, brota la esperanza de que esta historia personal de la vida del Presidente permita y estimule una nueva relación de dignidad y de justicia para todos los hijos e hijas de esta patria nuestra.

En su mensaje desde Egipto el 4 de junio, nos señaló el presidente Obama: (y cito)
“For centuries, Black people in America suffered the lash of the whip as slaves, and the humiliation of segregation. But it was not violence that won equal rights. It was a peaceful and determined insistence upon the ideals at the center of America’s founding.”

[“Durante siglos, los negros en América sufrieron el azote del látigo como esclavos, y la humillación de la segregación. Pero no fue con violencia que se ganaron los derechos civiles. Fue la determinada y pacífica insistencia en los ideales medulares sobre los que se fundó América.”]

Es esta misma determinada y pacífica insistencia que hoy se requiere de nosotros. Ésos son los mismos ideales que debemos adelantar como portaestandartes de nuestras justas aspiraciones… las obvias limitaciones de derechos de la ciudadanía en Puerto Rico son incompatibles con el espíritu y la letra de la Constitución y las leyes de los Estados Unidos.

Y aún cuando miramos al tercer pilar del gobierno federal, la Rama Judicial, también vemos real motivo de esperanza. Por primera vez existe la alta probabilidad de que el problema de falta de derechos fundamentales en nuestra Isla sea comprendido desde una perspectiva intelectual y ordenada, pero también con una sensibilidad de los efectos sociales de tal desviación de los ideales de los derechos humanos.

Una mujer puertorriqueña, distinguida por una excelente trayectoria de labor judicial, se encuentra en la antesala del tribunal de más alta jerarquía de la Nación. Dentro de poco tiempo, es mi convencimiento, la jueza Sonia Sotomayor será confirmada como la primera hispana y la primera puertorriqueña en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Al igual que la realidad del primer presidente afroamericano, y el primer gobierno de filosofía estadista en las tres ramas del gobierno estatal de Puerto Rico, esto es un suceso único sin precedente en nuestra historia. De igual manera que la propia biografía de un hombre afroamericano le concede al Presidente una visión y una sensibilidad del significado real de los derechos humanos, asimismo la biografía de una distinguida y sensible mujer puertorriqueña asegura la comprensión y el profundo entendimiento de la ausencia de esos mismos derechos en sus conciudadanos residentes en este terruño nuestro, y de las funestas consecuencias sobre la búsqueda de la felicidad de su pueblo.

Éste es, en verdad, un punto de coyuntura histórico y de alineamiento de los astros. Llegó la hora para retar con éxito los arcaicos Casos Insulares.

Si lanzamos nuestra mirada más ampliamente al medioambiente internacional, también podemos identificar una nueva confluencia de factores que propenden a obligar la resolución de las deficiencias democráticas de la Nación y el reconocimiento de nuestros plenos derechos en nuestra Isla. Después de tres siglos que sirvieron para expandir y consolidar un mundo de colonialismo europeo, comienza un vigoroso período de descolonización.

Luego de la Declaración de la Independencia de las 13 colonias británicas que se unen para conformar los Estados Unidos de América en 1776, el siglo XIX es testigo de amplios movimientos de descolonización en las Américas. No es, sin embargo, hasta mediados del siglo XX que un verdadero y dramático proceso mundial se establece para eliminar el colonialismo alrededor del globo.
Durante un período relativamente corto entre 1947 a los años ’60, desaparecen unos amplios imperios coloniales con el establecimiento de nuevas naciones en Asia y África. Con el advenimiento de la Organización de las Naciones Unidas, se consolidan los esfuerzos para declarar la descolonización total como meta civilizada del mundo.

Llegado el siglo XXI, sólo permanecen pequeños remanentes de aquel colonialismo que en tiempos pasados dominó al mundo. Hoy, se identifican sólo 16 jurisdicciones que no cuentan con gobierno propio y permanecen colonias de otros países. De éstas, Puerto Rico es la más extensa y la más poblada.

Con la continua presión para lograr la meta de un mundo sin colonialismo, representamos en Puerto Rico la mayor oportunidad que tiene el concierto de naciones para eliminar dramáticamente este remanente del coloniaje del mundo anterior. El escenario está maduro para que la ONU, en su Asamblea General, atienda el caso colonial de Puerto Rico. Asimismo, la OEA se enfrenta a una determinación sobre los aspectos de los derechos de los súbditos coloniales. Por lo tanto, al igual que en el ámbito local y el nacional, también en el escenario internacional se han agregado frentes que nos llevan a la conclusión que tenemos ante nosotros el momento más prometedor y preciso para actuar y dar punto final a la colonia en Puerto Rico.

Al visualizar las grandes oportunidades del presente en la lucha centenaria de nuestro Ideal, se hace obligatoria la pregunta: ¿Qué debemos hacer?
La historia es gran maestra. Y nuestra lucha histórica debe nutrirse de esas lecciones del pasado. Una potente lección se refiere a los reclamos de derechos humanos y civiles: éstos no son recibidos como maná del cielo; hay que lucharlos.

Aún en la historia de la Nación, que comienza con el credo de que todos somos creados iguales, con ciertos derechos inalienables, no siempre se le reconocieron todos sus derechos a todos los ciudadanos. Tomó una guerra civil lograr que constitucional y legalmente se reconocieran los derechos de igualdad de los afroamericanos; y luego de ello, se necesitó más de un siglo de lucha para que verdaderamente se les permitiera el pleno derecho “de facto” al igual que “de jure”. De igual forma, hasta casi siglo y medio después de establecida la nación americana, una lucha similar resultó en que los derechos fueron ampliados para incluir a la mitad de la población total: a las mujeres en el 1920.
Todos estos logros, que hoy a veces nos parecen haber existido por siempre, requirieron esfuerzo y luchas centenarias. Si estudiamos la trayectoria de estas luchas, veremos que no hubo un “magic bullet”, una bala mágica que resolviera el asunto. Más bien requirió el desarrollo de una masa crítica – social, política, económica – que obligara a la acción.

Lo mismo se requiere de nosotros hoy – crear una masa crítica o un “tipping point” que obligue a resolver la carencia. Para llegar a esa necesaria masa crítica, debemos abrir nuevas brechas en nuestra lucha. El preclaro Barbosa preveía esto: (y cito)

“Pero esta cuestión es trascendental para las Américas; el día que consiga atraer la atención del Congreso suficientemente para dar lugar a un serio debate, todo el problema colonial americano se plantea y tendrá que ser discutido.”

Hoy tenemos que lograr esa masa crítica que obligue, no sólo la discusión en la que llevamos sobre un siglo, sino la acción, la decisión. Específicamente, nuestra agenda de acción debe incluir:

A Nivel Internacional – la creación de conciencia y el llamado a la acción.

Ante las Naciones Unidas… debemos lograr que se tome el próximo paso por la Asamblea General, estableciendo clara e inequívocamente la condición colonial, revocando la engañosa Resolución 748(VII). De esta manera, se crea presión al gobierno federal para la resolución de este asunto inconcluso. Añadiendo un elemento a la masa crítica necesaria para la acción descolonizadora.

Similarmente, en nuestro foro hemisférico de la Organización de los Estados Americanos, debemos continuar en nuestro empeño por que se declare oficialmente la realidad de la violación de derechos humanos y ciudadanos en el entorno territorial de nuestra Isla. Así, añadimos otro elemento a la necesaria masa crítica para la toma de decisiones finales y democráticas.

En el espíritu de abrir nuevas brechas y añadir peso al reclamo de acción, debemos identificar otros foros internacionales para plantear la discusión y la investigación de la condición colonial y la limitación de derechos existentes. Un foro que merece esta consideración es la Comisión Internacional de Derechos Humanos. Cada uno de nosotros puede contribuir en estas iniciativas identificando nuevos foros, o apoyando las peticiones que estén vigentes.


A nivel nacional… nuestra agenda debe incluir una multiplicad de iniciativas, cada una diseñada para añadir a la decisiva masa crítica. Debemos tener la capacidad para que organizaciones nacionales de defensa de derechos civiles se unan oficial y activamente a nuestra lucha… que nuestra agenda de derechos civiles sea parte de sus agendas.

Recientemente - esta pasada semana - LULAC adoptó esta posición y compromiso de apoyar en todo foro el reclamo de nuestros derechos ciudadanos. De igual forma, debemos lograr que otras organizaciones con poder político y de convencimiento se alíen a nuestra causa, tales como La Raza, de activismo hispano, o la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP), que en su reciente centenaria reunión anual postuló ampliar su acción en defensa no sólo de la ciudadanía afroamericana, sino de todo americano que sufre violaciones a sus derechos inalienables.
Otras organizaciones que debemos incluir en nuestra agenda son la National Puerto Rican Coalition y NALEO.

En la Comisión de Derechos Civiles de los Estados Unidos, debemos arreciar los esfuerzos para que esta institución, paladín de las luchas de derechos civiles, abra investigaciones en y sobre nuestra Isla, del mismo modo como contribuyeron a crear la conciencia y la necesidad de acción en aquellos períodos críticos de los años ’60 y ’70 del siglo pasado.

El Departamento de Estado federal también deberá recibir de nosotros un planteamiento formal para que evalúe si la actual situación colonial obstaculiza la proyección y el trabajo de política exterior y diplomacia de la Nación. Asimismo, debemos formalizar nuestro caso en otros departamentos federales ejecutivos: el Departamento de Justicia, en su División de Derechos Civiles, deberá ser la próxima apertura para lograr la multifactorial masa crítica.

El Congreso, como mencioné anteriormente, ha sido escenario de múltiples batallas recurrentes y sin éxito. Actualmente se reproduce una película que ya hemos visto en innumerables ocasiones: llueven los candidatos a Puerto Rico previo a un ciclo electoral… asisten a los periódicos “fundraisers” y alimentan su botín de campaña… se ‘comprometen’ (¡entre comillas!) con adelantar, apoyar y resolver el problema colonial… reaccionamos con esperanza a esta nueva oportunidad… logran ser electos aquéllos que nos ilusionan… y entonces recurren al truco centenario: radicación de un proyecto que saben no tendrá éxito legislativo; comunicados de prensa afirmando su apoyo; celebración de vistas a las que, como capítulo novelesco, todos acudimos; votación o no en el Comité; votación o no en una Cámara… y entonces se cierra el telón. “Nos hemos quedado cortos de tiempo,” nos dicen, “Comenzaremos otra vez en el próximo Congreso.”… Y así seguimos dando vuelta a la consabida noria.

Hoy, se escribía el más reciente capítulo de esa novela recurrente. Un proyecto de ley que finalizaría añadido a la larga lista de esperanzados fracasos. La voz de la historia nos hace un poderoso reclamo: tenemos que implantar una nueva estrategia – el Congreso no actuará a menos que se le obligue; no se estimulará a resolver un problema que creen pueden ignorar; no habrá acción a menos que entiendan que no tienen otra opción. Tenemos que lograr esa multidimensional masa crítica que no permitirá más acción dilatoria y que requiera la final resolución de ese asunto inconcluso de la nación americana.

En la Presidencia… tenemos que efectuar lo que podríamos denominar “la educación puertorriqueña de Barack Obama.” Ya he expresado mi esperanza y convencimiento que en la persona y el historial de este Presidente existe la mejor oportunidad de comprensión y compromiso con nuestra causa. Es entendible que una persona con inmensa capacidad intelectual y amplio conocimiento global, no esté al tanto de todos los detalles de una compleja relación de más de un siglo de existencia. Aquí, cada uno de nosotros puede, con su esfuerzo individual y en grupo, aportar a esta educación de la Presidencia. Y así tendemos otro puente hacia la masa crítica que buscamos para obligar la acción.

Hace escasamente una semana, el presidente Obama, en una alocución ante la centésima Convención Anual del NAACP, al evaluar la trayectoria, la lucha, los éxitos y la agenda inconclusa de los derechos civiles, amplió su mensaje de reclamo de igualdad más allá de la comunidad negra. Exhortó a ese pilar de más de 100 años de batalla a declarar una misión para su segundo siglo con un mandato extendido, no sólo dirigido a los afroamericanos, sino a todos los americanos que aún viven limitaciones y violaciones a sus derechos. Obama nos indicó que:

“…what is required to overcome today’s barriers is the same as what was needed then: the same commitment; the same sense of urgency.”

[“… lo que se requiere para sobrellevar las barreras de hoy es lo mismo que se necesitó antes: el mismo compromiso; el mismo sentido de urgencia.”]

Sí, mis amigos, compromiso y urgencia.

En la arena de los tribunales, la pelea está casada. Es obvio que mientras exista una doctrina judicial que valide la potestad de discriminar contra nuestra ciudadanía, todo esfuerzo de hacer valer derechos individuales está abocado al fracaso… como lo demuestran todos los casos resueltos por los tribunales hasta el presente.

Hay que plantear una nueva estrategia: tenemos que retar la validez y la continua vigencia de la doctrina en sí. Sólo de esta manera las decisiones sobre situaciones particulares de nuestros derechos podrán prosperar.

Ese esfuerzo hoy ya se está gestando. Un grupo de abogados puertorriqueños, de manera voluntaria y sin remuneración, han trabajado la investigación y los mecanismos para retar los casos insulares.

Pero necesitamos la ayuda de todos. Debemos identificar demandantes dispuestos a acompañarnos en esta trayectoria. No requiere inversión de fondos. Lo que se requiere es unas características específicas: deben haber votado en las elecciones presidenciales del 2008, en cualquier estado, y subsiguientemente haberse mudado con la intención de residir en la Isla. Como característica adicional, no deben haberse registrado para votar en Puerto Rico.

Les pido encarecidamente que ayuden a identificar estos demandantes potenciales, y yo los referiré al grupo legal a cargo de este esfuerzo. La recompensa: si el reto a los casos insulares es exitoso… ¡inmediatamente termina la era territorial y colonial!

Por último, ¿cuál es nuestra responsabilidad local? Este gobierno… estadista en sus tres ramas… debe tomar acción agresiva para cumplir el compromiso que hizo con nuestro pueblo. No puede ser una promesa incumplida más. Se tiene la autorización electoral… no se debe esperar más.
Y el Partido Nuevo Progresista, que se comprometió mediante resolución de su Asamblea de Delegados a tomar la ruta del Plan Tennesse, ya debe actuar. El pueblo estadista está en espera de su cumplimiento… pero no esperará para siempre… ¡Llegó la hora!

Finalmente, está el rol del ciudadano. Es imprescindible el empoderamiento del ciudadano para que sea capaz de tomar el destino en sus manos, hacer oír su voz y, sobre todo, tomar acción. Sobre esto, en una publicación en el periódico “El País”, el 31 de octubre de 1896, como si estuviera respondiendo hoy a una entrevista en uno de nuestros rotativos actuales, Barbosa aconseja a su pueblo. Primero, describe la situación imperante (que aplica claramente a la de hoy):

“Entre los males que siempre han pesado sobre las colonias… ver de qué manera se premian en la colonia el servilismo, la hipocresía, la deslealtad, y se persigue y hostiga al que tiene el valor de hacer manifestaciones francas de sus opiniones, lucha por sus ideales, censura lo que es digno de censura, no adula el poder y fustiga a los endiosados y desprecia a los caciques.”

Más adelante nos señala a los que pretenden mantener la colonia… o como les llama él, “los hombres que la entienden”… o como tal vez hoy nos podemos referir a los del Triunvirato del Terror:

“… esos son los bienaventurados de las colonias; de ésos se rodea el gobierno; en ellos tiene confianza… pero los otros, aquéllos que protestan el yugo, que no usan careta, son los sospechosos, los hijos proscritos, los futuros traidores a los que hay que vigilar, enrejar y exterminar por todos los medios posibles. Son un obstáculo para la vida tranquila y una amenaza externa para la paz que deben disfrutar los monopolizadores de las colonias.”

El llamado barbosiano es ése: a ser obstáculo a los perpetuadores de la colonia. ¿Cómo? Cito nuevamente al prócer:

“Es necesario definirse… sin tapujos, sin hipocresías; que sepamos cómo opina, cómo piensa cada uno de nuestros paisanos; que cada partido político pueda saber a qué atenerse… ¿No encajan dentro de uno u otro partido sus ideales?, pues a cumplir con su deber dándose un nombre, entrando en unas luchas con la visera levantada, contribuyendo con sus energías, con sus aptitudes al bien de su pueblo, pero no permaneciendo agachados, inactivos, criticándolo todo…”

En esencia, es el llamado al empoderamiento. Vamos a convertirnos, cada uno, en ese ciudadano empoderado que Barbosa visionó. Esto requiere de nosotros trabajo… Pero recordemos que la Patria no se hace hablando… ¡La Patria se hace trabajando!

Concluyo así este informe a Barbosa… esta situación del Estado del Ideal… exhortando a su pueblo estadista, a sus hermanos en el ideario, y a todo puertorriqueño de buena fe, a hacer cada uno nuestra parte, así como Barbosa se dedicó a hacer la suya… a lo mejor como nos indicó él, cada cual por distintos caminos, pero todos dirigidos a un mismo destino… a lograr el cumplimiento pleno de la promesa que entró a nuestra Isla por las playas de Guánica hace 111 años ayer, 25 de julio.
Ha sido una larga trayectoria… Hemos logrado avances parciales…

Vemos claramente la ruta que nos resta… el asunto inconcluso de la democracia americana, y de la meta global de la descolonización del mundo. Aceptamos las responsabilidades que nos corresponden en nuestro tiempo y lugar contemporáneo, como sucesores y herederos de Barbosa, y del pensamiento y aspiración global de los pueblos democráticos y liberales.

Como si nos estuviera hablando hoy y aquí a todos nosotros, en un ayer nos aleccionó Barbosa:

“… los hombres nada significan y sí mucho la idea fundamental que ellos representan. Unos hombres son sustituidos por otros hombres. La idea fundamental no cambia. La hora en que hayamos de continuar nuestra obra está cada vez más próxima, y ésta señalará un período de avance para las verdaderas libertades puertorriqueñas.”

Mis hermanas y hermanos puertorriqueños: Llegó la hora.

Ésa es mi esperanza, y más, mi convicción que será esta generación de puertorriqueños que verá el ideario de Barbosa hecho realidad.


¡Adelante… Se Puede!

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