LA ENCRUCIJADA DE PUERTO RICO CON PEDRO PIERLUISSI
Por Jose Cheo Cruz
Las grandes necesidades de Puerto Rico y los efectos de la
crisis financiera, la quiebra que padecemos por culpa de las malas
administraciones de políticos inescrupulosos que hemos tenido, exigen, sin
mayores dilaciones, cambios drásticos en la agenda puertorriqueña. No se puede
permanecer ajeno a cuanto ocurre en el mundo. Por tanto, estamos moralmente
obligados a asumir nuevas conductas frente a las realidades que enfrentamos.
La
visión de corto plazo tiene que ser sepultada y dar paso a tareas de largo
alcance, que permitan consolidar los sectores más dinámicos de la economía,
conquistar los mercados que se puedan abrir exigiéndole al colonizador Americano
que nos permita abrir mercados internacionales con firmas de tratados de libre
comercio con los grandes centros de consumo e impactar positivamente así las
expectativas de la población o que nos carguen nos mantengan pagándonos la deuda
o que nos dejen hacerlo a nosotros sin su intervención colonial. Puerto Rico no
puede continuar poniendo parches en las llagas de sus grandes heridas. Y el
gobierno debe dejar atrás la improductiva práctica de premiar a estudiantes o
profesores meritorios mientras se resiste a darle a la educación el tratamiento
presupuestario y académico a que la constitución del país obliga. El caso del
sector educativo es sólo un ejemplo, tal vez el más patético, del efecto dañino
del clientelismo en la vida política de Puerto Rico.
No es justo distraer el
dinero de los contribuyentes en programas de caridad triviales solo para llenar
los bolsillos de los panas y este gobernador actual Pedro Pierluissi Urrutia, de
ahora no se sonroja, no se vergüenza, porque descaradamente acomoda a sus
propios familiares y amigotes para que guisen y se lleven lo poco que tenemos,
como el reparto de contratos con los fondos Federales asignados, miles de
millones de dólares para su repartición , que sólo contribuyen a mostrar el
infamante grado de marginación en que viven las grandes mayorías nacionales,
mientras inadecuadas políticas de Estado desalientan la inversión y estancan las
exportaciones que generan riqueza y empleos.
Todo este panorama desolador, que
frustra y castra las grandes iniciativas, erosionan el futuro. Es sencillamente
aterrador que se siga ignorando el valor de la iniciativa privada solo dándosela
a sus panas, amigos y familiares y se menosprecie la importancia de ideas de
otros sectores sobre el desarrollo, en momentos en que la visión estatal sigue
siendo incapaz de resolver problemas como el de la energía eléctrica, la salud y
la educación.
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