LA INDOLENCIA COLECTIVA EN PUERTO RICO HOY


Por José Cheo Cruz

La indolencia campea por sus fueros en Puerto Rico, y esto no es una buena noticia. ¿Por qué? Nada es nada y poca gente se preocupa por la suerte del otro: qué importa si alguien tira basura en las calles y las carreteras; si asesinan a alguien, si destruyen facilidades deportivas o las escuelas, si asaltan en el negocio de la esquina, no es de la incumbencia de nadie, la corrupción imperante en el gobierno; el desorden generalizado les importa un bledo a la mayoría de nuestros ciudadanos.

Pero donde la indolencia adquiere visos de egoísmo del más alto nivel, es cuando uno ve que a diario matan jóvenes y en grupos masacres como se le llama, masacre aquí, por allá y acullá y lo sucedido a Negrito en Carolina que lo matan arrodillado orándole al señor por ser cristiano, impactado de varios disparos por dos hombres que lo asaltaron en la Avenida Roberto Clemente, y todo continúe normalmente como si nada hubiera pasado.

Me pregunto si estamos conscientes del costo (no necesariamente económico) para la familia de los jóvenes asesinados a diarios en Puerto Rico, hasta llevarlos alcanzar la edad que tienen a la hora de su asesinato por cualquier quítame esta paja o papelito, se recuerdan de esa forma de pelear en las escuelas cuando era niño: los desvelos de sus padres desde su nacimiento, la formación familiar, su educación etc.

Para que entonces aparezca cualquier desalmado a cegar su vida por conseguir dinero de la manera más fácil, despojándolo de sus propiedades obtenidas honestamente, o para cobrar supuestas deudas, deudas de dinero de drogas, por quitarle el punto de drogas, me ha impactado el asesinato reciente en Carolina de un joven que sufría de problemas de salud en las vías orinarías o vejiga y pidió se le permitiera colarse en la fila para orinar en una discoteca, porque si no se hacia sus necesidades encima y por ese hecho fue asesinado a tiros y a palos en el mismo baño del establecimiento.

Lo que está acabando y erosionando moralmente a este país, no sólo es la delincuencia, ni la corrupción gubernamental o privada, ni la droga, ni otros males de igual proporción, es la indolencia que se traduce en un egoísmo que desborda ya nuestra capacidad de asombro.
A veces cuestiono mi decisión de haber tenido cinco hijos. No me arrepiento de ello, pero cuán grande es la preocupación cuando los veo indefensos ante una sociedad como la nuestra, donde impera la ley del labioso y el habilidoso, que sólo piensa en él, mientras los demás pasan penurias y calamidades y cuando un alcalde como el de Carolina José Carlos Aponte Dalmau, tan perverso que obliga y permite a nuestros hijos ver a ciertos sapientes funcionarios Municipales que anden en conquistas contranaturas en plena casa alcaldía, que se rodea de ralea como funcionarios públicos inmorales, corruptos de toda calañas, abogados como Enrique (Kike) Rodríguez que lo asesoran para la maldad, otros que se dedican a hostigar sexualmente a jóvenes y después la maltratan trasladándola y poniéndola a mirar para la pared sin computadoras y nada le dan para hacer, ¡que barbaridad! Y peor aun familiares de los jefes le quitaron previamente a dicha joven, hasta su marido y después la querían usar como mujer y como no se dejó la maltratan y nadie protesta, antes al contrario salen alicates y cicateros a tratar de tirar cortinas de humo por hechos que desconocen las raíces para defender lo indefendible por politiquería, AHORA ES CAROLINA BELLA……A ¡claro! llena de homosexualismo y corrupción rampante.

En ese panorama quedarían claras las causas de por qué el gobierno de Carolina y el de Luis Fortuño se enfrenta a una fulminante erosión de credibilidad y simpatía. No importa cuántos acólitos, amanuenses y el equipo de la beocia formen el corifeo de sus aduladores. De no revertirla, con hechos prácticos, lo dejará tipificado como el más corrupto de la historia republicana, el más ineficiente, el más indolente, el más perverso, en el que la impunidad señoreó con mayor fuerza, en el que nuestros males terminaron de enraizarse de tal modo que será harto difícil por no decir imposible erradicarlos.

Esta es la triste realidad de un país Puerto Rico y Carolina en particular que una vez fue solidaria y responsable, pero que con el correr de los años se ha convertido en un mero espectador, ajeno a lo que le sucede a otros. Comprendo y sufro el vacío que deja José E. Aponte de La Torre, a los familiares que se enorgullecen de su existencia en este mundo como yo, para ellos, mis oraciones, lágrimas y solidaridad.

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