LA MORAL EN PUERTO RICO ESTA EN CRISIS
El tráfico ilegal de sustancias controladas (drogas) y la adulteración de medicamentos, trampas en los exámenes de las escuelas y Universidades, el encarne del flagelo de la corrupción mediante las denuncias del súbito enriquecimiento de altos funcionarios, las tímidas inversiones sociales que vienen alejando cada día más el índice de pobreza, el fi nanciamiento oscuro de las campañas electorales en Puerto Rico incluyendo la de Anibal Acevedo Vila y Luis Fortuno, la incontrolable distribución del veneno de la droga, la inseguridad creciente que culmina con el alto índice de criminalidad... Sinceramente, nada resulta más deprimente que servir de testigo a las ocurrencias de lo que viene sucediendo en la vida pública Puertorriquena y ver a damas y padres respaldar la poca veruenza es algo deprimente.
El pueblo Puertorriqueno que se mueve a nivel de la calle, que ha sentido en carne propio los incontrolables hechos de despilfarros económicos, están en ascuas, hambrientos de informaciones esclarecedoras, ávidos de conocer pruebas que alimenten su anhelo de justicia y un castigo a los prevaricadores que han hecho del poder su mayor peculio personal.
Hay que reconocer que en todos los países ocurren actos de corrupción, pero cuando esas manifestaciones se multiplican hasta volverse habituales y no se ejecuta por estar hundido en un fango de impunidad, desafortunadamente entramos en la ruta de un abismo irremediable.
Lo más desesperante para una sociedad es la duda de que vivir honradamente sea inútil, así como de no existir alternativa, vivir como cobardes no tiene sentido. De manera que sin caer en un debate público, penosamente un número considerable del sector privado creen que los sistemas políticos ya garantizan por sí solos la democracia, pero no es así.
La honda percepción que existe de la realidad es que penosamente estamos sumergidos en horas calamitosas, bajo una crisis, moral, económica y política.
El pueblo Puertorriqueno que se mueve a nivel de la calle, que ha sentido en carne propio los incontrolables hechos de despilfarros económicos, están en ascuas, hambrientos de informaciones esclarecedoras, ávidos de conocer pruebas que alimenten su anhelo de justicia y un castigo a los prevaricadores que han hecho del poder su mayor peculio personal.
Hay que reconocer que en todos los países ocurren actos de corrupción, pero cuando esas manifestaciones se multiplican hasta volverse habituales y no se ejecuta por estar hundido en un fango de impunidad, desafortunadamente entramos en la ruta de un abismo irremediable.
Lo más desesperante para una sociedad es la duda de que vivir honradamente sea inútil, así como de no existir alternativa, vivir como cobardes no tiene sentido. De manera que sin caer en un debate público, penosamente un número considerable del sector privado creen que los sistemas políticos ya garantizan por sí solos la democracia, pero no es así.
La honda percepción que existe de la realidad es que penosamente estamos sumergidos en horas calamitosas, bajo una crisis, moral, económica y política.
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