CAMBIEMOS DEL PLACER AL GOZO

Sentir placer es quizás el refuerzo más efectivo para la repetición de una conducta. El placer es uno de los factores responsables de los hábitos, las costumbres y las adicciones.

Por el placer muchas veces ponemos a un lado valores, principios, normas... y hasta la conciencia. Por el placer ponemos en riesgo relaciones importantes, logros adquiridos con mucho esfuerzo, posiciones ganadas con mucho sudor, incluyendo la reputación y el respeto conseguido a través de una vida de trabajo duro. Por el placer mentimos, traicionamos y ofendemos a nuestros seres queridos. Por el placer muchas veces nos hacemos daño, y hacemos daño a otros. Por el placer nos acercamos a la animalidad. Por el placer usamos drogas.

Todos tenemos dos corrientes internas que viven en una eterna lucha: los instintos y la conciencia. Los instintos representan la parte animal que nos incita al placer. La conciencia responde a los valores adquiridos a través de la enseñanza. El instinto es innato, la conciencia es aprendida. El instinto nos pide satisfacción carnal, la conciencia nos cuestiona cómo, cuándo, dónde, con quién. Del equilibrio entre estas dos fuerzas dependerá nuestra personalidad y nuestra sanidad. Lo ideal sería alcanzar un estado en que el placer se convierta en gozo. Porque gozo es el mismo placer, pero sin excesos, sin culpas. El placer es humano... el gozo es divino. El placer se siente en el cuerpo... el gozo se siente en el alma.

Aunque para pasar de uno a otro el puente se llame dolor, vale la pena viajar... del placer al gozo.

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