EL BULEVAR DE PUERTO RICO

Por Jose Cheo Cruz

La patria Puerto Rico, esta herida de muerte, hay desorden institucional por doquier que van sobre los privilegios de la democracia y se ciernen serias amenazas. ¿Cómo rescatar éticamente un país donde la corrupción no provoca críticas sino envidia? ¿Cómo lograrlo en un país donde los corruptos “solidarios” son más admirados que un noble caballero de buen proceder? A estos, hasta los mantienen en sus cargos, les celebran sus bochornos. Miren el presente de Carolina municipio con un Jose Carlos Aponte Dalmau.

Como se dice de la cultura, aquí la corrupción somos todos. O casi todos.
Infeliz y fallido país de mentiras, donde por golpear a las mujeres un artista pasa de Bayamón Cárcel pasa al mayor de los éxitos en una sala de primera de la Zona, o de novela, donde la honestidad es sinónimo de cobardía, y una M, que no es de miércoles.

Triste país, donde un legislador al admitir públicamente sus relaciones sexuales extra maritales y mantener sus chillas en el Capitolio trabajando y brujeando ahora es adivinador, aumenta su popularidad en el barrio y sector donde vive, de tal manera que hasta puede traspasarla a la familia como un título nobiliario ¡Que Chochín!. ¡No te jode! Y un presidente del Senado domina al gobernador, la judicatura, los sindicatos, y los fiscales independientes son descarrilados para evitar una acusación por corrupción contra un alcalde, recolectan fondos para aprobar y defender la corrupción y el narco estado en el Tribunal Federal de un Senador y un gobernador, y cada día es mas fuerte mas popular entre la gente este tipo de actividad y acción deshonesta.

Esto es una patología de delincuencia, y la patología delictiva de unas gentes viviendo en sodoma y gomorra dirigidos por buchachas, y gays junto a la vocación para celebrar la impunidad de otros, bien debieran explicarlo los psiquiatras, vivimos en un país que va rumbo a la locura.

Pero les aseguro que los culpables somos nosotros. Usted y yo, que seguimos teorizando en las cantinas, en el bar. de la esquina, simulando en las iglesias, predicando en estos bares, y todo porque no se nos note tanto que apenas somos unos asesinos de sueños malogrados, manchados ante la historia por los excrementos perfumados del triunfo y todas sus miserias. La suma de todas las derrotas nos llevaran al abismo colectivo.

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