EL TERRORISMO EN LA ISLA ESPANTADA

Por Jose Cheo Cruz

En Puerto Rico han ganado los impunes , te exigen dinero para sus campañas, te usan para llegar y con una desfachatez increíble, y falta de honradez llenan sus bolsillos, usan nuestras facilidades , medios financieros nuestros para llegar y después se burlan como si nada, les damos glorias y una escasa importancia histórica al hecho y los defendemos. Se burlan de nosotros esta partida de políticos y empresarios, consentidores del narcotráfico, lavadores financieros, limpian sus capitales sucios con nuestro sudor y nuestra sangre derramada y todavía lo apoyamos.

Hoy se violan los derechos humanos cuando los sicarios matan, cuando el crimen organizado mata y aplasta a los demás, cuando los criminales hacen daño, ahora la mueva modalidad también la Policía. Por eso hoy, cuántas veces también la Comisión de los Derechos Humanos ha de salir en defensa del país, en defensa del pueblo aplastado, en defensa de aquel que es aplastado o es atropellado por un policía.

La defensa de los derechos humanos es de ayer, pero ha de ser de hoy con la diversidad de violaciones de derechos humanos que tenemos en nuestros días.

Lo mejor sería quedarse en casa, no salir, hacerse amigo fanático de la “tele”, como aconsejaba el gran poeta para la época del terror.
Trancarse a “jacha y machete” como dice el pueblo, para entonces no convertirse en una cifra más de las fatídicas estadísticas, un titular de periódico, carne de noticiero, parte lamentable de una crónica cotidiana que amenaza nuestro sosiego con la alternativa de esas esquelas funerarias en las páginas esas de periódico, donde no queremos aparecer “ni de relajo”.

El gran problema es que hasta en tu casa te “desmadran” “rompiéndote la crisma”, y si no, te velan llegando o saliendo, te violan la morada, y en el mismo seno de tu hogar te despojan, te maltratan o te matan y ahora se le suma la policía de Puerto Rico a este régimen de terror.

Estamos viviendo una suerte de disolución de “sálvese quien pueda”, y si Dios no mete su mano, no habrá oportunidad de pedirle a él mismo, ni suerte ni milagros.

La delincuencia no desperdicia oportunidades ni guarda reservas cautelares azotando a sus anchas, cuando transitas a pie o en vehículo, cuando trabajas, cuando viajas, cuando te diviertes o te ejercitas físicamente.
La frecuencia noticiosa de los casos de inseguridad ciudadana, agreden tu calma y te acosan la ansiedad hasta realmente preocuparte y te preguntas desconcertado: ¿Que está pasando? o ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo hemos llegado a perder eso que teníamos hasta ayer y que ahora añoramos?
Un evento saca otro, “un clavo saca otro clavo”. Las listas y enumeraciones han perdido su sentido matemático. La lógica de lo descabellado se impone, como si fuéramos rehenes de esta grave situación del desconcierto, solo esperando con cara de pacientes de consultorio, que nos saquemos la rifa de la tragedia, mientras lo que tienen que hacer no hacen nada y nosotros compramos todos los números de esa rifa macabra.
Los padres y las madres que no duermen bien con la ansiedad de esa llamada “que ni por el diantre” queremos recibir, mientras los “jorocones” y sus espalderos pagos por nosotros, juran que están a salvo, fuera de peligro y que están acabando.

Mayor que el horror y el espanto, sería que lleguemos a acostumbrarnos a esta “jodienda”, clarividencia del desastre, y nuestra alarma y estupor se ponga de un material más duro, que no nos conmueva nada, mientras miramos para arriba, esperando llegar a niveles más terribles. Mientras Colón baja el dedo y seguimos creyendo en los “huevos de la lechuza”.

La maldita disociación politiquera entre la palabra y la realidad nos está cobrando ya sus fatales honorarios. Tenemos que aceptar formalmente que tenemos un grave problema, el Estado debe afrontar con todas las de ley la grave circunstancia de una sociedad que ha perdido su seguridad entre los discursos demagógicos de los gobiernos y la ineficiencia de los aparatos de sanción.

La seguridad ciudadana no es un regalo, es un deber, una obligación del gobierno para con los ciudadanos que deben demandar airados una política efectiva de seguridad. Estado indispensable para crear el clima apropiado sin el cual no solo las actividades producctivas, sino la vida en sociedad es imposible.
La sociedad debe expresarse, protestar, demandar seguridad sin artificios politiqueros. Reaccionar, sacudirse, enojarse y patalear, para que las autoridades reaccionen.
No más palabrerías publicitarias, no más declaraciones y discursos, no es asunto ni siquiera de seminarios o diálogos inútiles, es asunto de supervivencia, sobrevivir a la crueldad de los desalmados, librar a nuestras familias de terror y “del espanto seguro de estar mañana muerto”, desaparecido o malogrado.

No tenemos ni debemos esperar el carnaval de las elecciones para exigir el derecho de una protección que pagamos. Que se haga lo que hay que hacer dentro del marco de nuestras leyes y que se haga ahora.

Mientras tanto, la ciudadanía no puede capitular ante el miedo que va ganando terreno. No podemos seguir el concejo sabio de quedarnos en casa.
Hay que salir a enfrentar con posturas ciudadanas a los que alentados por el “dejar hacer”, la impunidad y hasta la complicidad, apuestan a que nos retiremos y les dejemos las calles.

Expresémonos sin temor, sabiendo con plena conciencia que es impostergable el cambio genuino.

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