Un Conejo diciéndole Orejon al Burro
Por Redacción de Radio el Faropr.com
El
articulo 4 de la Ley #173 de fecha 12 de agosto de 1988, según enmendada
que regula la práctica profesional de la ingeniería entre otras
cosas dispone que la supervisión de obras de construcción públicas o
privadas y/o cualquier ejecución técnica y profesional relativas a funciones de
ingeniería por personas no autorizadas y licenciadas con las correspondientes
credenciales en ley para ello constituirá un delito grave. En Carolina
tenemos el caso de Víctor (CANECO) Rodríguez Mangual, Director del
Departamento de Obras Públicas y Ornato un personaje que arrastra un
siniestro pasado y que usurpa las facultades y prerrogativas del cargo de
ingeniero para convertirse en un impostor con la anuencia expresa del
mayor violador de leyes y de derechos humanos José Carlos Aponte
Dalmau, El Principito, Alcalde de Carolina.
Con qué fuerza moral el alto liderato del PPD va a censurar la conducta del Senador Roger Iglesias, si aquí en Carolina tenemos el peor ejemplo de abuso de poder e irrespeto por las leyes de parte del Alcalde de Carolina que permite todo tipo de aberraciones al estilo de Calígula. Estamos muy de acuerdo de que el Senador Iglesias ha violado la ley y que debe de atenerse a las consecuencias de sus actos en la medida en que lo sostenga el peso de la prueba que desfile en su contra ante un foro ajudicativo.
Si bien es cierto que el Senador Iglesias ha violado festinadamente la ley y el orden establecido, también así lo ha hecho el Alcalde de Carolina José Carlos Aponte Dalmau quien mediante el encubrimiento ha violado cánones de ética del CIAPR y ha mantenido en su puesto a un agresor y maltratante de empleados que finge y actúa como un impostor que denigra y enloda a la clase profesional de los ingenieros. Por este medio emplazamos al Presidente del Colegio de Ingenieros y Agrimensores que con el mismo entusiasmo y carácter moral en que ha hecho pronunciamientos públicos en el caso del Senador Iglesias intervenga en este asunto que también reviste de una mayor importancia. En Carolina no podemos seguir gastarnos el lujo de permitir que el burro le siga diciendo orejú al conejo. No podemos y no debemos seguir en ese jueguito. JUSTICIA QUE SE PIDE.
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