LOS OLIMPICOS BORICUA HAN CONVERTIDO EL DEPORTE EN UN ANACRONISMO SIN LIBERTAD.
Por José Cheo Cruz
La mayoría de los
hombres se parecen a grandes palacios abandonados: ocupan sólo unas pocas
habitaciones y han cerrado las alas donde nunca se aventura.
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En Puerto Rico y especialmente en el deporte la corrupción está siempre
en la foto. No como la actitud esporádica de un grupo de individuos, sino como
una conducta que afecta al cuerpo social y busca de manera solapada una carta
de legitimidad en la conciencia individual, y en la colectiva.
Las organizaciones deportivas del Olimpismo como
muchas de sus Federaciones mantienen un anacronismo en sus reglamentos en violación
a los derechos individuales y libertades, como la libertad de expresión, la
libertad de prensa y no es pura casualidad están ahí esas perogrulladas para
esconder sus inconductas y así lucrarse del sudor de atletas y patrocinadores del
deporte, sin lugar a dudas que esas cláusulas de restricciones a la libertad de
opinión, que se consagra en la democracia está presente por ejemplo en la FIFA
y todo el que lo critica es expulsado de su entorno y hoy sale a flote la
verdad de sus funcionarios, casi todos son acusados y procesados por corrupción
y extorción a nivel Federal o la justicia de Los Estados Unidos y todavía hay
gente repitiendo esa cláusula como algo positivo , apoderados incautos que los
usan de carne de cañón, lo que constituye una violación a la ética y la moral deportiva.
Pero junto a la violencia contra le
ética, está también la violencia contra la democracia. También de esa violencia
tenemos noticia todos los días. La inoperancia de las instituciones políticas y
deportivas, el miedo a emitir leyes justas y el temor a dar sentencias justas.
Y junto al desprecio a las leyes y a la constitución, la retórica que ampara la
falsedad y la falta de transparencia en la conducta política es apoyada en
Tribunales de Injusticias ridículos y
violadores que les tiemblan las rodillas a la hora de aplicar correctamente las
leyes y sus constituciones, como los de Puerto Rico que se niegan a coger esa
gata por el rabo, amparados en un anacronismo judicial de una ley inmoral como
al de la llamada Autonomía Olímpica de Puerto Rico que cumplió una misión en
una época ya hoy es anacrónica y es mal usada para beneficios de una claque dirigencial
que la defienden a su conveniencia.
Y esa violencia institucional dentro del deporte y
dentro de la política va dirigida también contra los medios de comunicación que estorban
la pesadilla demagógica de sociedades uniformes, cuando el poder pretende un
espacio único de opinión, cansino y monocorde, donde sólo debe reinar la
ideología oficial y la de sus presidentes Federativos. Porque la información,
que es libre por naturaleza, es vista desde el poder arbitrario como
propaganda. Leyes y reglamentos deportivos represivas, expulsan conductores de medios, cadenas oficiales interminables,
compra con soborno de periódicos,
estaciones de radio y televisión que pasan a ser parte del coro político del
Estado y de los sin escrúpulos dirigentes deportivos que tenemos hoy en Puerto
Rico, amenaza de cancelación de licencias, uso de las cuentas de publicidad
gubernamental como arma de coerción y chantaje y lo triste es que todo esto
ocurre en pleno siglo XXI en el Puerto Rico actual y actúan así impunemente por
la cobardía de muchos y porque también mantienen guisando a muchos de los
llamados periodistas y a organizaciones periodísticas que solo existen para
comer y beber y no para defender la dignidad de sus asociados.
La democracia tiene un punto de partida que son las
elecciones, pero no es suficiente; es un edificio que hay que sostener todos
los días, y cualquier golpe bajo puede cuartear sus paredes, o terminar derrumbándolo.
La institucionalidad y las libertades públicas son sus bases. Un gobierno
electo se convierte en un gobierno autoritario cuando invade la
institucionalidad y restringe o anula las libertades públicas, de hecho o a
través de leyes o reglamentos. Y por mucho que se envuelva en un espeso manto
retórico, el autoritarismo, de derecha o izquierda, viene a ser el mismo y ese
virus ha invadido las instituciones deportivas como Federaciones Olímpicas de
Puerto Rico y al propio Departamento de Recreación y Deporte (DRD) oficial.
Y cuando las leyes o reglamentos buscan reglamentar el
pensamiento y sujetarlo a normas burocráticas, entramos en ese mundo oscuro que
Kafka delineó tan bien en sus novelas: el mundo procesal donde todos somos
culpables por utilizar las palabras, y la única manera de demostrar inocencia
es con el silencio. Nacen así los ministerios de la supuesta Verdad, como en el
mundo de George Orwell, y el Estado se convierte en una especie de orden
religiosa que vigila el pecado ideológico y amenaza con las llamas del
infierno.
El beneficio que el Estado pueda dar a sectores
marginales de la población, y aún el crecimiento económico y la reducción de
los márgenes de pobreza, no son contradictorios a la libertad de opinión que es
un derecho fundamental de los ciudadanos, igual que el bienestar general
apoyado por el Papa Francisco y por la ONU en su declaración de derechos
humanos y es violado impunemente en Puerto Rico por estas instituciones burocráticas
que se dedican a robarse el dinero obtenido con el sudor de atletas y
organizadores.
Olvidan estos dirigentes malandros y vividores del
deporte que, todo proyecto de desarrollo
económico se vuelve provisional si carece de fundamentos democráticos, y a la
postre resultará en fracaso, tal como la historia enseña repetidas veces. La
imposición de esquemas cerrados de pensamiento, que excluye a aquellos que
disienten de la doctrina oficial, y los castigan, convertirá en catástrofe
cualquier experimento de cambio. Tal como el secretario general de la OEA, Luis
Almagro, ha expresado muy recientemente en una carta abierta dirigida al
canciller de Venezuela, Elías Jaua:
“Ninguna revolución puede dejar a la gente con menos
derechos de los que tenía, más pobre en valores y en principios, más desiguales
en las instancias de la justicia y la representación, más discriminada
dependiendo de dónde está su pensamiento o su norte político. Toda revolución
significa más derechos para más gente, para más personas, la Democracia es el
gobierno de las mayorías, pero también lo es garantizar los derechos de las
minorías. No hay democracia sin garantías para las minorías”.
Con sus acciones de dirigentes Federativos que mantienen por décadas sus
anacrónicos y anti democráticos reglamento que solo buscan garantizar sus
permanencias y el ocultar sus inconductas de corrupción y robo del dinero del
pueblo porque ellos viven de eso y viven echándose aire acondicionado por sus
verijas y los demás sudándolas para mantenerlos comiendo culibiacas y camándulas
de inmoralidades. ¿Hasta Cuando Puerto Rico seguiremos permitiendo todo este latrocinio
y escarnio público?
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