EL LADO OBSCURO DE CAROLINA PARTE II
Por Jose Cheo Cruz
En el municipio de Carolina imperaba una
conducta antiética, donde algunos empleados y funcionarios compartían en vida
social alegre (La dolce vita). Desde ese escenario era que se articulaban las
conspiraciones y los planes para hacerle la vida de cuadritos aquellos que eran
algún obstáculo que les impedían materializar sus planes y estar en la cúspide
del “guisometro”.
Esos grupos se reunión en una asamblea nocturna,
como si fueran una asociación de delincuentes, donde inclusive había suplidores
de servicios que participaban de esas reuniones. Era en ese foro dónde algunos
suplidores exponían sus quejas para darle bola negra aquellos funcionarios que
no se prestaban para seguir la letra de esa melodía que esos grupos tocaban. Allí
habían empleados que tenían la bendición papal y la protección desde “arriba” y
del número 5 (alcalde) para mantenerse operando contrario a las leyes y
reglamentos que aplicaban y debían observar en sus cargos. Daba la impresión de
que ese empleado por pertenecer o ser miembro de esa elite “sabía mucho” y de
alguna manera era un peligro para la administración municipal.
Hubo un caso de que ese mismo empleado de una
sección de compras, que fue sorprendido inflando y manipulando cotizaciones y
nunca lo sometieron a ninguna acción disciplinaria. El caso le fue llevado
personalmente al alcalde sin resultados. Ese mismo empleado posteriormente fue
llevado ante un tribunal por amenazar a un superior y tampoco ocurrió nada con
él. En ninguna ocasión a ese empleado le sometieron nunca cargos a nivel
administrativo, según disponía el reglamento de personal. Varios meses más
tarde aparecía su foto en la portada de una revista interna del municipio dónde
se hacía referencia a que esos eran los empleados que enaltecían y honraban con
“excelencia” el servicio público. Eso constituía un claro mensaje de cuáles
eran las prioridades en ese municipio y para dónde se inclinaba la balanza. Todas
estas aberraciones se llevaban a cabo en la tierra de Apontelandia y Macondo con la anuencia y consentimiento del
entonces alcalde José Aponte de la Torre. Allí si usted levantaba la voz de
alerta, le declaraban una guerra sin cuartel dónde la represión y las amenazas
eran la orden del día.
Una forma de intimidarle era el ocasionarle
daños a su vehículo personal y hacerle llamadas telefónicas amenazantes contra
la integridad física de su persona. En varias ocasiones llegaron a realizarse
escalamientos a las oficinas que ocupaban y de dónde se extraían documentos oficiales
y otra propiedad personal. Allí nunca apareció un culpable y todo quedaba en
investigaciones “goletas” y sin mayor efecto. Todo esto apuntaba que desde
adentro montaron toda una cacería y búsqueda de documentos y cheques personales
cancelados que eran una evidencia contundente y ponían en peligro a varias
personas encumbradas. Por doquier había hordas de facinerosos dispuestos al
canibalismo político, no importaba si usted era o no del PPD o del PNP. Allí
eso no tenía ningún valor, solo las expresiones del Águila Verde Americana era
el común denominador que los unía y los movía.
En el municipio de carolina, se respiraba un
ambiente tóxico y hostil y la desconfianza era palpable. Habían unas
dependencias municipales que por su naturaleza y dinámica las convertían en
unas ATH políticas y hasta personales
para algunos individuos. En esas dependencias se les pedía dinero a los
suplidores para las tres (3) fiestas de cumpleaños al año y eventos políticos
del alcalde, tal y como ha sido señalado en otros municipios. Toda esa
bochornosa gestión buruleo y de macuteo, se coordinaba desde el quinto piso de
la casa alcaldía, donde había un ayudante que por delegación directa del
alcalde estaba a cargo del seguimiento con los diversos directores de
dependencia.
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